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martes, 14 de junio de 2011

Danzas orientales

Queridas Jael y Yaya

Me gustan las tradiciones porque me dan seguridad. Supongo  que para vosotras bailar es una tradición. Y celebrar todos los años el Festival de Danza Oriental, que en esta ocasión alcanza ya la VIII edición, también lo será. Para mí lo es ir a veros todos los años en la misma fecha que además coincide con mi cumpleaños. ¿Que cómo voy a celebrar mi cumpleaños este año?, me peguntaba siempre al llegar estas fechas, hasta no ha mucho. Estoy seguro de que a vosotras, como a todo el mundo, se os ocurrirían mil formas distintas y divertidas de hacerlo. A mí también, pero el hecho de pensar cada año cómo festejarlo acaba siendo a veces un incordio y hasta te puede producir cierta inquietud. A mí ya no, porque se ha convertido en toda una tradición que acabe celebrándolo yendo a ver vuestra gala en donde todos los años exhibís vuestros vistosos bailes, coreografiados por Marián Argüelles, en un recorrido mágico que desde Al-Andalus hasta al Bollywood de la India, pasando por el Egipto de los faraones o la Persia de las mil y una noches, con los que nos hacéis partícipes de vuestros sueños a todos los espectadores. 

Sé mejor que nadie, porque me dedico al mundo del espectáculo, lo duro que es cada día, después de vuestros trabajos y quehaceres habituales, dedicarle las horas necesarias a esa afición en la que, a mi humilde juicio, ya os estáis convirtiendo en auténticas profesionales. Este año me han sorprendido y encandilado especialmente la danza de las velas, la de los sables, la de los abanicos. Y esas telas y gasas multicolores hondeando como olas de algún exótico piélago, esos trajes fascinantes cuyas colas se despliegan como plumas de pavo real. 

Pero no solo me hipnotiza el oropel de vuestros ritmos, músicas, trajes, adornos, también me cautiva vuestro esfuerzo. Me recuerda aquella película (luego también serie) de Fama –me refiero a la primera versión, de Alan Parker en1980, el remake de Kevin Tancharoen en el 2009 no lo he visto- con aquella frase lapidaria que decía: “la fama cuesta y es aquí donde vais a comenzar a pagar con sudor”. 

Cuando os veo bailar pienso en los esfuerzos y sacrificios de todos esos bailarines y bailarinas de ballets (recordad “Cisne negro” que, aunque algo truculenta, reflejaba muy bien ese sacrificio, en este caso obsesivo, representado por el personaje interpretado por Natalie Portman), los esforzados deportistas que cada día intentan perfeccionarse en un deporte, o los para mí más cercanos actores que ensayan, estudian, se preparan, van a clases de dicción, de interpretación, etc. 

Viéndoos bailar incluso tengo la sensación de que me esfuerzo poco. Los cumpleaños suelen ser un excelente momento para replantearse el futuro, especialmente el más cercano, o sea, el año inmediatamente siguiente. Por eso, cuando todos los años celebro mi cumpleaños yendo a veros bailar a vosotras y a vuestras compañeras, vuestro ejemplo me sirve de acicate para esforzarme en hacer mejor las cosas cada día y sacar el tiempo de donde sea para poder dedicarlo a lo que realmente me gusta. 

Y de paso, soñar, que nunca está de más, soñar con otros mundos, otras culturas, con nuevas ilusiones. En fin, que solo quería daros las gracias por tan agradable regalo de cumpleaños y por haberlo convertido en tradición. 

Seguid siempre soñando y haciendo soñar a vuestros admiradores, entre los que me encuentro. ¡Enhorabuena! Y hasta el año que viene. 

Un beso, Ángel

P.D.- Además, lo que presumo luego colgando la foto de cada año (gracias, David) en el Facebook… ¡soy la envidia de todos mis amigos! Sed felices.

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